C o r r u p C i Ó n
¿Te has sentido alguna vez que estabas manchado por un golpe bajo de un compañero o por las tácticas pocas éticas o astucia en el juego por parte de tu entrenador? Jesús entendía tal sentimiento y clarificó esta verdad el en el libro de Marcos capitulo 7 y versos 14 al 16.
Allí se lee, “De nuevo Jesús llamó a la multitud. —Escúchenme todos —dijo— y entiendan esto: Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina.” Jesús hablaba con las personas más legalistas de su época, las que pasaban todo el tiempo preocupándose por quién y quién no era lo suficientemente “limpio” para tener una relación con Dios.
Jesús no se anduvo por las ramas y se fue directamente al meollo del asunto. El sabía que en vez de contaminarnos por lo que nos rodea, la fuente de corrupción más grande viene de nuestros corazones. Del odio en nuestros corazones es que salen palabras miserables y malas. De la envidia interna sale la motivación para robar o engañar.
Las palabras de Jesús nos callan cuando le echamos la culpa a alguien más por nuestros sentimientos de vergüenza o culpabilidad. En vez de señalar los errores a otras personas, deberíamos observar nuestros corazones y confesar nuestros propios defectos.
En la competición de hoy, compite de una manera que no deje una oportunidad para que alguien pueda echarte la culpa. Haz de esta competición una de gran excelencia y pureza.
El Plan de Lectura Bíblica:
Marcos 10:35-52
2 Corintios 3
1 Samuel 9-10
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